Zacur Córdova Mesina
Jesús y la advertencia contra la avaricia
Leo el Evangelio según Lucas 12:13-15, que dice así:
13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. 14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? 15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. (RVR 1960)

Once versículos antes, el Señor acababa de hablar con autoridad y total seriedad sobre un peligro inminente que crecía en los fariseos, la hipocresía. Estaba hablando sobre a quién debían temer, a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echarla en el infierno. Les animaba recordándoles que Dios tiene en cuenta a cada pajarito que ha sido vendido por comerciantes en sus puestos y que Dios sabe específicamente el número de cabellos que tiene cada uno sobre su cabeza. Continúa exhortando y advirtiendo, que es mejor escoger a Dios antes que todas las cosas de este mundo.
De pronto, en medio de su exposición ante la multitud, un extraño alza la voz y le pide a Jesus que tomase su lado en un lío financiero. Obviamente, las palabras anteriores del Señor Jesús acerca de la necesidad de un compromiso absoluto con Dios y la consciencia de que Dios no solamente provee para nuestra vida, sino que también cuida de nosotros, no penetró el corazón de este hombre en lo más mínimo. Aquel hombre sentía que era su responsabilidad dar pelea por lo que era suyo, una herencia.
¿Te diste cuenta? Es increíble, como ciertas cosas que nos inquietan, nos impiden, nos velan y nos distraen de escuchar una de las enseñanzas más importantes para la vida cristiana en este mundo; como fue el caso de este hombre. Es como si él asistiera con su cabeza a cada cosa que Jesús decía, esperando el momento en que Jesús hiciera una pausa para interrumpirlo con preocupaciones vanales.
Yo imagino esta escena histórica y sospecho que este hombre pensaba dentro de sí: Ay, cállate ya, no vine a escucharte todo el día, vine a un asunto más importante: mi herencia familiar.
Aquí es donde el Señor Jesús le da un respuesta, no para ponerlo en vergüenza, sino para romper aquel velo (su codicia) que no le permitía tomar atención al sermón; una respuesta que finaliza el diálogo con este extraño de la multitud. Jesús le responde: ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? (vs. 14). Ahora bien, No era que a Jesús no le preocupa la justicia en este mundo; pero el Señor Jesús sabía perfectamente que la codicia de este hombre le haría más daño que no tener su parte de la herencia. Jesús sabía que no era su responsabilidad (y misión) juzgar todos los asuntos y resolver todos los problemas, para ello estaban los líderes religiosos y el consejo del Sanedrín. Por esta razón, encontramos en las Escrituras que Jesús se negó a enredarse en ciertas disputas.
Sabes, todos nosotros podemos luchar y luchar por lo que es nuestro por derecho; y al final tenerlo puede hacernos peor que si lo hubiésemos dejado ir y permitido que Dios se encargara de la Situación. Amado lector, el corazón es muy engañoso. A veces, no nos damos cuenta que la codicia se puede transformar o enmascarar de una cierta misión de justicia para reclamar lo que es nuestro.
Debemos aprender a dejar las cosas en las manos de Dios. Intentar resolver estas cosas nosotros mismos, puede resultar en un daño enorme para nuestra vida y nuestro corazón.
Mirad, y guardaos de toda avaricia; Jesús usó la petición del extraño de la multitud para hablar con él y con la multitud acerca de la avaricia. Alguno podría decir: ¿Y qué si realmente este hombre tenía un sentido de justicia? ¿Qué si realmente su hermano o su familia le estaba estafando y no tenía a nadie que le ayudara? Pues, el Señor Jesús no solo era cien por ciento hombre, también era cien por ciento Dios, y conocía el corazón de aquel hombre, incluso, antes de que este se levantara y se dirigiera a él.
Es por esto, que guardaos apenas hace justicia a la fuerza de las palabras griegas de esa frase. El texto usa dos verbos (horate y phylassesthe ) en los imperativos de tiempo presente, es decir, acción continua, en otras palabras, “cuídate continuamente” y “guárdate continuamente de ti mismo”. Una advertencia del Señor Jesús y que Lucas registra en su evangelio. La condición caída del hombre es como la de un adicto al alcohol, al azúcar o al tabaco, nunca se cura total y absolutamente. Siempre está en recuperación, en desintoxicación (santificación, en un sentido bíblico-espiritual). El Señor Jesús nos está llamando a vigilar y protegernos de este poder maligno, la codicia.
Jesús no se involucró en este conflicto de bienes raíces, pero si le advirtió al extraño y a toda la gente sobre este mal. Como alguien dijo por ahí: Dividir la propiedad entre hombres codiciosos es prepararse para la futura contienda. Liberar a los hombres de la codicia, es hacer la paz.
Pues bien, ya tenemos el contexto y la exhortación, pero ¿cuál es el aliento para mi alma? El mundo nos hace entender que las posesiones materiales nos hacen seguros, nos hacen valiosos, importantes, que definen incluso si una persona es importante o no. Pero voy a la Biblia y esta me dice que mi identidad no la da los bienes materiales, como una herencia, sino Cristo y sólo Él. Debes descansar en esta hermosa verdad, y recordar que Dios conoce hasta el último de tus cabellos, somos más valiosos que aquellas aves. Y que, versículos más adelante, el Señor Jesús dirá:
Lucas 12:22-31 | Reina-Valera 1960 El afán y la ansiedad (Mt. 6.25-34) 22 Dijo luego a sus discípulos: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. 23 La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido. 24 Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? 25 ¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? 26 Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás? 27 Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. 28 Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? 29 Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. 30 Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. 31 Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.
Cuando estamos conscientes de nuestra identidad en Cristo, recordamos que Dios no solamente cuida de nuestra vida, sino que también provee. Y si buscamos su reino, no habrá lugar ni tiempo para la codicia.
Amén, que Dios bendiga su Santa y Eterna Palabra.