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  • Foto del escritorZacur Córdova Mesina

Esdras 3:8-11 | Dios bendice la unidad y la obedencia de su pueblo

Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel. Esdras 3:10 (RVR 1960)

A penas llegó la madera desde el Líbano, iniciaron la Obra.


La Ley de Moisés mandaba a que los Levitas comenzaran con su servicio a los treinta años de edad (Nm 4:1-3, 4:3-47).

David cambió el inicio de partida para que los Levitas sirvieran a los veinte años de edad (1 Cr 23:24).


Bajo el liderazgo de Zorobabel y Jesúa, adoptaron la práctica revisada por David.

Dice el texto bíblico que todos se involucraron en la obra de Dios y estaban unidos. Creo que esto fue clave para tener éxito al echar los cimientos del templo. De la misma manera, todos los miembros de la iglesia de Cristo deben sumarse para trabajar unánimes en la obra de Dios.


Y cuando pienso en esto, recuerdo las palabras del apóstol Pablo. Leo la 1° carta de Pablo a los Corintos 1:10, que dice:

Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. (RVR 1960)

La unidad constituye parte del cimiento para una obra exitosa en la iglesia. Por tanto, si la iglesia está fundamentada sobre la Piedra Angular (Jesucristo) ¿No debería también el cuerpo de Cristo trabajar sobre la misma roca, en una sola dirección, en unidad, bajo la autoridad y guía de la Palabra de Dios?

Ese era el sentir del grupo de retornantes; unidos como un solo cuerpo. De manera que, fue una decisión muy sabia por parte de los constructores colocar los cimientos en el sitio original. Creo que los cortes de las piedras fueron precisos, con excelencia. De lo contrario, el templo no quedaría firme ni resistente.


Entonces, cuando los albañiles estaban colocando los cimientos del templo, los sacerdotes se vistieron, y con trompetas y címbalos comenzaron a alabar el Nombre de Dios como David lo había hecho en sus días (1 Cr. 25:1). Yo imagino una presentación muy bien preparada, como una gran orquesta sinfónica ¡Que escena tan memorable!


Tan solo imagina la alegría de todos aquellos que estaban viendo con sus propios ojos como los cimientos del nuevo templo estaban siendo colocados en el lugar exacto donde estuvo el primer templo. Tras setenta años de exilio, hoy, es decir, en ese momento, estaban viviendo el día en que el Señor estaba cumpliendo su promesa de restauración. Ante tan magnífico hecho ¿Cómo podrían los sacerdotes no correr a sus cuartos para cambiarse la ropa y alabar el nombre de Dios con voces e instrumentos?

Zorobabel y Jesúa sabían que las decisiones que debían tomar en este gran proyecto arquitectónico debían ser consultadas en la Palabra de Dios. Ellos experimentaron gozo y paz luego de haber consultado y obedecido las Escrituras, no al revés.


Mi querido hermano(a), a veces las decisiones que estás tomando pueden estar siendo guiadas por una falsa paz y Dios no nos dice que una paz interna es el medio para comunicar su voluntad. Recuerda las palabras del salmista:

Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino. Sal. 119:105 (RVR 1960)

Es por esto que Zorobabel, Jesúa y el resto del grupo consultaron las Escrituras para saber qué hacer, y como fruto de esta obediencia, experimentaron gozo y paz. Y con esto, terminaron alabando el Nombre de Dios.


Mis queridísmos lectores, no hay peor desgracia cuando los líderes de una iglesia van en una dirección y el restro de la congregación va en otro rumbo.


En una ocasión, hubo una reunión de toda la directiva de pastores y profesores en un seminario. Esta reunión era para conocer el plan de trabajo del nuevo director que asumió el liderazgo del seminario. Cuando llegó el director a la sala de reuniones, les pidió a todos que se sentaran y dijo abiertamente: Quiero que escriban en un papelito lo que ustedes creen que debemos hacer o lo que le falta a este seminario para que marche bien y tengamos buenos resultados.


Entonces, todos los presentes comenzaron a escribir y también a conversar entre ellos sobre lo que creían que era la respuesta más acertada. Cuando el director pasó recogiendo cada uno de los papelitos, ya sentado en su asiento (a la cabecera de la mesa), comenzó a leer algunos de esos papeles que decían: Necesitamos estudiar más griego y hebreo. Otro papel decía: Necesitamos ampliar el plan de estudios, dar asignaturas obligatorias y otras opcionales para no sobrecargar a los estudiantes. Otros papeles decían cosas como: Necesitamos orar, necesitamos salir a evangelizar, etc, etc, etc. Cada uno de los presentes comenzó a discutir porque no concordaban del todo con sus respuestas, mientras el director esperaba a que guardaran silencio con un papel en la mano. Ese papelito, lo había escrito un auxiliar de aseo (de avanzada edad) que estaba limpiando los muebles al final de la sala de reuniones y que el director le había pasado pero nadie se había dado cuenta. De repente, el director se levanta y abre el papel. Los profesores y pastores guardaron silencio, se acomodaron nuevamente en sus sillas y el director leyó. El papel decía: Dios. Lo que este seminario necesita es Dios, escuchar su voz, lo que él tiene que decirnos.


Cada uno de los presentes estaban tan ensimismados en sus propias opiniones diciendo diciendo qué es lo que se debía hacer para tener buenos resultados en el año que iniciaban, pero ninguno dijo: Necesitamos a Dios. Necesitamos hacer un alto y escuchar lo que Dios tiene que decirnos; ese es el secreto del libro de Esdras, Dios demanda que su voz sea oída, que su pueblo responda acudiendo a su voz, a su llamado y a trabajar como un solo cuerpo, en un mismo sentir en su obra.

Si los sacerdotes, constructores y el resto del pueblo no hubieran estado en un mismo sentircon la disposición a consultar y obedecer lo que la Palabra de Dios, es muy probable que hubieran surgido discusiones fuertes para decidir si debían construir primero el templo o sus propias casas, edificar los pilares o construir los muebles del templo, etc.


Es muy dificil que haya unidad en el cuerpo de Cristo si nuestra guía principal no es la Palabra de Dios. Es muy dificil que haya un mismo sentir si no estamos conscientes de la implicancia de que somos un cuerpo, la iglesia que Cristo compró por precio de sangre para que le sirvamos y caminemos en novedad de vida.


Hermanos amados, una cosa más. Dios les había dicho a los líderes y a todos los exiliados que este templo, la Casa del Señor, sería nuevamente edificada, que estaría en Jerusalén pero no sería exlusivamente para los judios, sino para todo el mundo. Toda la tierra conocería que en aquella casa habitaba el Dios de los Cielos.


Nunca olvides que cuando tu sirves al Señor, cuando tu trabajas para la obra de Dios, tu trabajo tendrá una consecuencia directa en el mundo que te observa, en las personas. Mira, esta pequeña porción que vimos hoy (Esdras 3:8-11) se conecta directamente con el relato del libro de los Hechos 2.


Por favor, quiero que tomes atención a la lectura y a la similitud entre Esdras 3:8-11 y Hechos 2:43-47.

Hechos 2:43-47 La vida de los primeros cristianos Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. (RVR 1960)
Esdras 3:8-11 Colocación de los cimientos del templo En el año segundo de su venida a la casa de Dios en Jerusalén, en el mes segundo, comenzaron Zorobabel hijo de Salatiel, Jesúa hijo de Josadac y los otros sus hermanos, los sacerdotes y los levitas, y todos los que habían venido de la cautividad a Jerusalén; y pusieron a los levitas de veinte años arriba para que activasen la obra de la casa de Jehová. Jesúa también, sus hijos y sus hermanos, Cadmiel y sus hijos, hijos de Judá, como un solo hombre asistían para activar a los que hacían la obra en la casa de Dios, junto con los hijos de Henadad, sus hijos y sus hermanos, levitas. Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel. Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová.

¿Te diste cuenta? El grupo de retornantes judios y los extranjeros que se unieron al pueblo en Esdras 3 y la iglesia en Hechos 2 tenían algo en común: Unidad, un mismo sentir, un mismo espíritu para trabajar en la obra de Dios con el fin de que todas las naciones conocieran al Único Dios Verdadero.


¿Cómo la gente podría tener interés en conocer a ese Dios del que tanto hablan los creyentes, si el mismo cuerpo de Cristo no trabaja en unidad en pos de la Obra de Dios? Dios añadía a los que habían de ser salvos porque el mundo impío veía claramente una vida de consecuente con su profesión de fe.

¡Oh, mis amados hermanos! Espero que esta reflexión bíblica no traiga angustia, pena ni desánimo a tu alma. Por el contrario, tenemos en las Escrituras dos grandes relatos de lo que el pueblo de Israel (en Esdras) y lo que la iglesia de Cristo (en Hechos) fue capaz de hacer en el poder de Dios cuando estaban unidos y su distintivo era el amor a Dios, a los hermanos y al prójimo y su compromiso por la Obra.


Oro al Señor para que así como Dios despertó, animó e impulsó el espíritu de Ciro rey de Persia, a Zorobabel, a Jesúa y a todos los exilidos a retornar a Jerusalén y trabajar en la reconstrucción de Su Casa, así mismo la iglesia sea despertada y alentada a dejar la comodidad de una babilonia próspera (como en la que estuvieron setenta años los exiliados) y acudir al llamado de Dios para trabajar en Su Obra.


Que Dios bendiga su Santa y Eterna Palabra. Amén.


Tengas todos muy buenas noches.

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